La falta de empleo para jóvenes como nosotros es un problema global, por ello este eje es fundamental en mi agenda legislativa.

Los jóvenes en el mundo y sobre todo en Argentina, están expuestos a mayores tasas de desempleo, a trabajos precarios y una resignación constante de aspiraciones laborales. Según datos del INDEC, casi dos de cada diez jóvenes están desempleados, el 19,3%, y esta tasa casi triplica a la de la población adulta en general. La Argentina es el país con mayor desempleo juvenil de la región. Estas cifras aumentan en jóvenes provenientes de hogares de menores ingresos que son los que más necesitan trabajar.

Como sociedad debemos asumir que el ámbito más propicio para el desarrollo laboral no solo es el Estado sino también las empresas y los emprendimientos. Por eso es necesario lograr una mejor articulación entre estos y las instituciones educativas; donde además no sea riesgoso ni costoso incorporar jóvenes a sus equipos. En este mismo sentido necesitamos una legislación que promueva trabajos bajo nuevas modalidades, con distribuciones horarias no convencionales y fundamentalmente, que tenga en cuenta el avance de las nuevas tecnologías así como las capacidades adquiridas por las nuevas generaciones de jóvenes. 

Nuestro desafío es lograr superar la alta informalidad en el mercado laboral, que afecta especialmente a mujeres y a personas provenientes de hogares con menores ingresos. Además, debemos acortar la brecha entre lo que demandan los empleos y lo que ofrecen. Se nos demandan capacidades técnicas, cognitivas o sociales mayores a la que el puesto requiere, a su vez no se ofrece protección social ni condiciones decentes.

Es importante que como generación nos planteemos ¿cómo abordar los trabajos del futuro? ¿estamos preparados? ¿la educación que recibimos nos prepara para aquello? Sin dudas son muchos los desafíos y debemos estar dispuestos a afrontarlos desde la educación y con una perspectiva sustentable y de género.